Estamos rodeados de animales y compartimos el mundo con ellos, o quizás son ellos los que comparten el mundo con nosotros. Hoy es 29 de abril, su día, y para recordarlo elegimos inundar las redes sociales de imágenes, en las que afirmamos cuánto los amamos y reafirmamos la existencia de leyes que nos obligan a brindarles protección e impedir su maltrato y su caza. Basta preguntarse, casi retóricamente, si con eso alcanza. La respuesta es casi obvia y la ignoramos convenciéndonos de no hay nada mas que hacer al respecto.
Mostramos imágenes de osos demacrados, leones cazados como trofeos, jaulas ínfimas, animales agonizando de sed por las sequías y los incendios. En efecto, la Declaración Universal de los derechos del animal nos confirma la sospecha de que éstos tienen derechos, que el respeto del hombre a los animales está ligado al respeto de los hombres entre ellos mismos y que curiosamente todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia. No caben dudas que todo lo esbozado debemos compartirlo y enfatizarlo.
No obstante, somos parte de un sistema de consumo que los explota y los considera objetos de divertimento, que tortura en pos del desarrollo de la industria farmacéutica y la moda, que hacina y despoja de cualquier dignidad para abaratar costos y responder a los caprichos de la industria alimenticia, que compra camadas de mascotas de raza a costas años de abuso sobre padres y madres a los que les fue impuesta esa finalidad de vida, pagamos gustosos entradas a centros de esclavitud eternos para enseñarles a nuestros niños y niñas que todo ello es válido.
Creo que el error más grave como especie humana es creer que todo el planeta nos corresponde y todos los recursos y seres vivos que en él habitan están a entera disposición de nuestros caprichos. Los animales no quieren que los salvemos en las redes sociales, necesitan que los dejemos en paz y que busquemos formas mas respetuosas para el consumo. Probablemente sea utópico escribir todo esto atrás de una pantalla, pero siempre el primer paso para un cambio es decir en voz alta que hay algo que estamos haciendo mal y repetirnos casi como trinchera que el único cambio que no sirve es el que no se hace.
Texto: Camila Maffioli